Historia de Extremadura, Historia de España

El entorno

Desde los años ochenta, abunda la utilización de materiales en las aulas que contribuyen al conocimiento del entorno. Esta práctica nos ha dejado algunas ideas esenciales para el aprendizaje: lo que nos rodea es un elemento de motivación nada despreciable y la vivencia es interiorizada con mayor facilidad que lo lejano.

Aunque la euforia por el entorno declina, en parte porque el concepto sufre modificaciones -en un mundo cada vez más globalizado, el entorno no tiene por qué ser necesariamente lo físicamente próximo, sino todo lo que representa un centro de interés para el alumno/a-, sigue conservando su validez pedagógica.

Esta práctica, en la didáctica de la Historia, tiene en España un aprovechamiento fecundo en Cataluña, Valencia o Andalucía donde a una conciencia nacional o regional arraigada, se suma la apertura a la renovación metodológica y el apoyo de los poderes autonómicos y locales. Con la reforma educativa, favorecedora de temarios abiertos y adaptables a la realidad cercana, el camino en estas autonomías es sencillo, pues recoge una tradición que facilita el trabajo con los repertorios documentales de la historia regional o local.

Problemas para enseñar historia de Extremadura

En otras comunidades, como Extremadura, la situación es completamente distinta y son raros los ejemplos de experiencias de este tipo. Factores como la debilidad del regionalismo, la tardía acogida a nuevas tendencias pedagógicas, una parte del profesorado procedente de otros lugares y un escaso desarrollo de la historia local explican la diferencia con aquellas zonas del país. En nuestra opinión, parece llegado el momento de que nuestro entorno entre en las aulas y sea elemento asiduo de la práctica docente, aunque para ello debamos resolver algunos problemas.

El primero, de carácter práctico, es la insuficiencia de los estudios históricos regionales, que impide tener a mano los documentos necesarios para las tareas del aula.  En el instante presente no existe, que sepamos, ninguna publicación que coleccione documentos al estilo de las que se han editado en otros lugares. Por ello, los profesores necesitan hacer un esfuerzo para encontrar este tipo de textos, bien en archivos, bien entre la bibliografía existente que afortunadamente, si bien aún con lagunas, viene saliendo a la luz. En estas obras, por otro lado, encontramos interpretaciones generales, imprescindibles para explicar los fenómenos más notorios.

Otra dificultad, de orden científico, estriba en la cuestión de si existe en realidad una historia de Extremadura con características propias como para considerarla de forma diferenciada.

Sin duda es un tema a debate, habida cuenta los inconvenientes del proceso de concienciación regional, que no conoce la institucionalización hasta fechas muy recientes.

El lenguaje oficial parece haber resuelto la cuestión con la división entre comunidades históricas, es decir, las que cuentan con un nacionalismo que les otorga un estatus basado en la tradición, y comunidades no históricas, el resto del país, que parece no tener derecho a recuperar la memoria de sus pueblos.

Sin embargo, estos términos, más políticos que científicos, no interpretan con precisión la realidad. Existen fenómenos en el pasado extremeño donde se advierte una cierta singularidad, compartida con zonas próximas: el predominio de la gran propiedad, la ganadería mesteña, el papel de la frontera, la señorialización, el retraso industrializador, la debilidad de la burguesía, la mentalidad y la movilización campesina, el caciquismo, la emigración, el abandono por los poderes públicos del interior peninsular… Todos se proyectan hacia el presente en el problema del subdesarrollo, reflejo la desigualdad entre regiones ricas y pobres.

También es cierto que estos procesos no se comprenden sin la referencia del conjunto del país. Al mismo tiempo, las comunidades históricas, en un estado centralista como el español, tampoco pueden entender su pasado sin recurrir a los acontecimientos generales. Su singularidad resulta evidente, pero las transformaciones históricas fundamentales que en ellas tienen lugar son impensables sin la alusión a lo que ocurre en el resto.

Con estas razones, es manifiesto que se puede y se debe utilizar lo extremeño en las aulas y, bajo nuestro punto de vista, significaría un gran error renunciar a aprovechar las cualidades pedagógicas que posee.

La relación

La forma de tratar la historia de Extremadura en el aula también es importante. La práctica del profesor de enseñanza secundaria presenta una doble vertiente, científica y pedagógica, que no es fácil combinar. Ambas se complementan y de la mezcla sabia de las dos depende el resultado final. No todos los materiales son aptos para su uso, hay que elegir aquellos que además de un lenguaje adecuado a la edad de los alumnos y alumnas contengan los elementos para el aprendizaje significativo. En este sentido, nos inclinamos por los que permiten establecer las relaciones fundamentales entre los distintos agentes de la Historia. Dicho de otra manera, los que establecen la relación entre lo particular y lo general. Cuando hablamos de historia de Extremadura, no aspiramos al aprendizaje exclusivo de ella. Pretendemos también explicar, a través de textos extremeños, el pasado de España y los conceptos fundamentales de la ciencia histórica.

El marco de referencia es el conjunto de España, pero analizado desde los procesos que tienen lugar aquí. El punto de vista cambia radicalmente y a ello debemos acostumbrarnos. La historia no se ve igual desde los libros de texto en uso, cuyo enfoque es, por decirlo de alguna manera, centralista, que desde la óptica regional. Por lo pronto, hay que deshacer algunos tópicos generalizadores: cuando se habla de que España es el octavo país industrializado, debemos recordar que amplias zonas del país no conocen la Revolución Industrial; si la población crece en los años sesenta, Extremadura cuenta con la sangría migratoria; si el movimiento obrero es de las ciudades, aquí es campesino…

En este sentido, la relación Extremadura-España es esencial porque de ninguna manera se entiende la parte sin el todo, de igual forma que tampoco se hace historia sin una teoría que le dé sentido a nuestra interpretación. Sin la relación entre lo general y lo particular se narran hechos pasados, pero no historia de manera científica.

Por otro lado, la funcionalidad de la historia consiste en ofrecer una explicación del presente a través de hechos pasados. Con ello, el análisis de la actualidad adquiere riqueza y unos matices que sin nuestra ciencia no tendría. Esto, aunque pudiera parecerlo, no reduce el estudio del pasado a su época contemporánea; hay hechos que hunden sus raíces en un pasado tan remoto, como el de la propiedad de la tierra, que no se restringen a los siglos XIX y XX. En nuestro caso, proponemos como hilo conductor de esta idea el problema del subdesarrollo, a través del cual se ofrece una explicación a la realidad actual de Extremadura. Si a través de nuestro trabajo hacemos comprender el proceso histórico producido para dar lugar a esta cuestión, estaremos sin duda dando una utilidad a la historia como ciencia y no sólo como saber académico encerrado en la curiosidad de unos pocos individuos.

El compromiso

Por último, en el momento en que nos encontramos, de autoafirmación de las autonomías, los docentes debemos asumir un compromiso porque las generaciones futuras valoren su propia tierra y ayudemos a construir una personalidad regional que, sin ser excluyente, autoafirme sus propios valores.

No se trata de caer en los viejos errores de las historias nacionales, esas que reproducían una situación de dominio y exclusivismo, en un espacio más reducido, sólo pretendemos conocer cómo somos y por qué.

Este artículo fue publicado en Puertas a la Lectura, Lecturas e historias, Universidad de Extremadura, nº 3, diciembre de 1997, págs. 53-55